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martes, 4 de abril de 2023

4 Fabulas De La Selva Meridional, Fabula Moderna. Manuel Carrasquilla. con sus respectivas partes.

 

4 Fabulas De La Selva Meridional

 

 

 

 

 

 

La Guacamaya Azul Y La Guacamaya Roja.

Primera parte.        

 

 

Una guacamaya había perdido su dirección de entrada en la selva, y preocupada, debido a su trayectoria de vuelo, puesto qué esta debería ser la misma a la de la ruta de salida, y puesto ahora por distracción no recordaba la ruta antes tomada, y ya así  había perdió a causa de la misma distracción, el olor del viento de hacia donde se debía mover, y ahora sin conciencia de puerta de entrada menos tendría la de puerta de salida y así sin corriente de vuelo, lo único a lo cual podría esperar sería ser el almuerzo de algún jaguar trepador o la pieza de colección de algún cazador o peor aún la mascota de algún brujo plumista el cual buscase seducir turistas, aunque en la cabeza del guacamayo  lo más cavilado era, llegar a convertirse en el ave insignia de algún capitán pirata; pero para esto aun debía seguir con rumbo hasta la playa, y sería así, pese al precio qué fuera, aun sí esto sígnificara, el convertirse en el plato central de un estofado en altamar y terminar perdída y sin víveres, así igual relataban las historias de aves zarpantes y osadas, aventureras quienes nunca más volvieron, o de las que terminaron en manos tersas de reinos lejanos acompañando princesas de conquista, desde viajes al mediterráneo hasta la tierra santa, de los elidos mares del extremo norte o el frío austral hasta la inhospita África o la indomable Asia extrema, viajes algibos en velas, en juncos, el remos, en aspas, en gavias, en quillas, en alas al lomo de las mejores mástiles y de los mas fórtes remos, en los buques guerreristas tras atlánticos o en las carabelas con insignias de calaveras, aves las cuales partieron a reconocer la guerra en busca de tesoros y conquistas, pero terminaron en manos infantílezcas viviendo en oasis paradisíacos, o en raquitícas formas múseicas o peor aun en frágmentasiones  fosílescas del olvido.

Tras saltar brevemente por las ramas de los árboles, el guacamayo, quién tenía más próximos de su especie, buscando la corriente de aire por la cual viajaba, tras ascender en la ruta clásica, se posa sobre un espacio en búsqueda del horizonte, para luego así póder recobrar la ruta, dado al tiempo en la tarde tóma otras opciónes siendo la segunda búsqueda la cual era la de un espacio para el reposo, libre de objetos o animales peligrosos al alcance, y la tercera el encontrar alguna semilla o fruto digerible qué estuviera a su alcance y mantenerse lejos de la depredación.

Después de andar hasta el sol estar en su punto de declive, en la tercera parte de su descenso, hasta las sombras hacerse lánguidas y alargadas, mientras la selva se hacía fresca, los animales salían de sus madrigueras a beber agua, muchos maravillados con la belleza de tan majestuosa ave, le señalaban y le observaban. Ella mientras, manveaba hojitas las cuales topaba y así se entretenía mientras pasaba la tarde, la corriente ya se había perdido totalmente, y el río cercano aún seguía diluido cómo para creer en una playa cercana, aun así, la playa estaba a menos de un día de vuelo.

En su jovial atarugo ya había dado por perdido el interés por recuperar su hilo de vuelo, incluso había bajado la guardia frente a los posibles depredadores del área, péro en la medida qué se iba el día y se llevaba de a poquito la luz, optaba por hacerse del lado de la fervorecencia y la fluorescencia del reflejo de la clorofila, ya el verdor era la mayor fuente de luz en la noche, así mismo usaba su azul para pasar de inadvertida ante otros animales y más siendo posibles predadores, y por último se tendía hacia el rincón de la rama y así en busca de encontrar el calor natural del árbol el cual había adoptado cual posada efímera.

Mientras los últimos rayos de sol caían, y las sombras empezaban a cubrirlo tódo de una manera abismal, la guacamaya observa el entorno, ya se ha olvidado de la alimentación por el ánimo de prevalencia, además las hojitas le llenan de fuerza.  el ejercicio en la última parte del día había sido bájo, así aún tenía para sí fuerzas de continuar. en una grieta del tronco principal del árbol el cual sostiene la rama donde reposa, aunque bien parecía hubiese algo allí, lo cual llama la atención en demasía del ave quien ya se entregaba por completo a la noche, y se deja cubrir por el misterio, en esa rotura algo pareciera respirar, la guacamaya se había llenado de temor dado a lo que pudiese estar allí, fuese lo qué fuera, y ya íncomoda la guacamaya no podría ni dar retorno, moverse muy lejos o quedarse allí, pero nada cómo el brillo captado por dicha ave al interior de la ranura del árbol.

Sorprendida, quéda inmóvil, casi qué en completa quietud y trata de bajar el nerviosismo, además lentamente alista pico y plumas para defenderse o echar a volar, al ver desde afuera el brillo el cual salía lentamente de la ranura. al mismo tiempo desde la noche infinita se perfilaba la luna en lo alto del valle,  develando la ruta en la noche la cual la guacamaya había perdido en el día, así ella ya tenía ruta, más no perdía la sorpresa al ver la lucecita brillante, la cual seguía tambaleando y tratando de fugarse del interior de la ranura, la luz parecía tambalear hasta estar demasiado cerca a la apertura del tronco del árbol, del cual la guacamaya jamás imaginó tanta profundidad, dentro de un espacio en el cual pudiese caber tan demasiado en su interior. y la lucecita esa la cual salía a enfrentar la noche en el atareo de buscar salida al parecer no se fijó, qué alguien en la entrada miraba para adentro esperando en la puerta de su refugio. así tal luz siguió en el rumbo aparente del trayecto acostumbrado, arrollando a la lora azul esa la cual se había quedado congelada del espanto de ver cómo una sóla luz,  de algún ave ciclopasea camínara hasta ella, y quizá esperando le frenara para saludarle. Nunca pasó por un lado la luz del ojo único del ave extrañezca; pasó por encima llevándose por delante a la lora quien continuaba en la espera a la puerta. La cual, al irse hacia atrás, sacó una de sus alas para no perder el equilibrio, y gritó desde lo más recóndito de sus adentros y con toda fuerza…  
/¡oiga animal! Respéteme!, no me ultraje de tal manera… Pasándo por encima de mí!/
      a lo cual responde tal animal, quién se devela entre la noche, y bajo la luz de una luna inmensa y deja entrever el esplendor de la noche, cuál, sí fúera el día. /¡sílencio!, entrometída, acaso, ¿quíeres, que nos sorprendan?/       
     ya develado tal animal, cómo extraño ciclope, el cual más bien parecía ser un búho morado, con un parche en uno de sus ojos, el derecho para ser exacto, el color variable en sus plumas desde la perspectiva de la lora azul quién miraba al ave roja envejecida en la claridad de la noche.       
/ve, y ¿es que vos saliste tuerto? Me imaginé todo menos tal sorpresa, y ese plumaje tan raro, es un morado, pero para una lechuza, no es que combine muy bien./   , 
/pues ombre, primero qué todo hagámonos pasito…/ responde el animalesco con el sentido de culpa descubierto, agregando.  /en primer lugar, no soy búho, ni lechuza y menos gallo o gallina, la verdad, si estoy un poco pasado de kilos, y si parecería algún ave oblicua, además de esto de vivir en una ranura, me ha hecho parte de un hábito, y de que sí he departido con tales especies, si, y además de convivencia, amoríos y crianzas, y lo del ojo no es tuértes, realmente es un parche pirata./       
silenciando media selva, tras una verdad tan púnziba, tan delirante, tan fascinante.        Mientras que aquel viejo pirata no se daba por vencido, así que repúntea.
/pero yo para ser un loro rojo, un poco esponjadito, no estoy tan mal cómo para una lora de copete amarillo que se está quedando azul, de vieja. /
el viejo animal, se defendía, a “capa y espada” cómo debía ser costumbre, mientras las aves nocturnas caían delirantes de ver aquel pirata pretencioso ya casi pensionado. El cual al asentarse, más pareciera algo extraordinario, aunque a la vez detraído,  ya la historia dejaba rastros en él aún, en una de sus patas en vez de garra poseía una prótesis de garrita de palo a base de espinas, y de tales uñas de carey haber envestido a cualquier gallo de palenque, le hubiese vuelto parte de un afrecho o de flecos de palmera.



La guacamaya azul y la guacamaya roja.

Segunda Parte

 

 

Tódo fue parte de una sorpresa diferenciada, ella nunca se imaginó, encontrar a un paisano de su misma especie, cómo tampoco esperaba, que tal ave tan paradigmática así cómo introspectiva, en su lúgubre andar, tuviese series de historias y anécdotas, con relación a las andanzas de un ya pensionado de las aguas profundas, todo un pirata de altamar viviendo en la corteza alta de uno de los olmos de selva, la más extrañas de la historia de las aves, ella únicamente pensaba qué cómo tal, ya una vez recobrara el camino, podría dejar remarcado el lugar de punto de estancia. El loro mayor miraba de arriba abajo, despectivamente a la lora joven, la cual únicamente asumía con modestia la mirada extraña del viejo.       
/debe ser por mi inoportuna visita. / pensaba la lora joven mientras se acicalaba el plumaje, el cual se tornaba elido por la brisa marina mientras tal subía por el valle, junto, a los vapores de niebla en la espesura con rumbo a las más altas montañas.       
       El viejo, quién se hacía a la ilusión de ver actividad en un cuerpo joven y la factibilidad de orientar y montar posición desde un espécimen símil, tan bien empoderado; para una selva, la misma carente de fuerza área marítima por mentarlo de alguna forma, además la insolente inocencia de tal ave jóven con sus visajes y posturas de mostrarse conforme, le tenían en cíerta medída casi máravillado, aúnque en sús ádentros pensába el víejo        
/uno por viejo ya no se sorprende de nada./   
      cómo  todo es posible para lo qué así sería, o para lo  posible de la realidad misma y ya en realidad era, y podría ser. Así, de tanto observar al animalesco quien se preponía para dormir en uno de los nudos del tronco y una de las ramas, le vacila suavemente y le llama con un poco de disimule y sutileza.       
/¿oiga joven, usted piensa dormir allí? Acá, al abrigo de este pirata que no haya descanso, hay un rincón acogedor, el cual está esperando huésped, así sea sólo por una noche/ trona la garganta    /que digo… sólo por esta noche, podrá usted entrar a quedarse, y ya mañana en la mañana, chao pescado…/ esto mientras le indica con la pluma, larga de su envejecida ala, la entrada, oculta entre las grandes cortezas de tan majestuoso árbol.    

 

 

 

 

La serpiente feliz.

 

 

 

Una serpiente, coral la cual se movía en su forma réptilita sin ubicar el sítio el cual esperaba hallar para no pasar a la intemperie, ya qué un torrencial de agua iniciaba a aumentar y con ello el frío para tal especie, ella sólo buscaba un espacio de confort para poder pasar cómodamente la noche, el frío inundaba la totalidad del bosque donde habitaba y no había espacio en el cual no hubiera humedad, frío y agua, pues la lluvia lo cubría todo, el día había estado tan fresco y soleado qué por descuido, habíase alejado de su espacio predilecto para pasar la noche, y por lo claro qué había sido el día, en la despreocupación había tomado una ruta la cual ya no le permitía volver al sitio, donde casi siempre pasaba la noche, además la lluvia se había tomado todo el espacio, la precipitación del agua, traía torrenciales y los árboles para tal tempestad no eran los sitios cómodos, qué por el contrario, sí lo eran cuando el ambiente estaba seco; en una de sus piruetas por hallar el sitio, encontró a un grupo de caminantes, quienes construyeron resguardo en breve y tomaron posición para el descanso y al abrigo de la noche y de la guerra, ésto no preocupaba en demasía a la serpiente, la cual con su mirada sensorial, cubría los espacios de calor, donde los hombres en sus pequeñas carpas, acampaban al refugio del bosque y en el abrigo nocturno;
     la serpiente, de tanto rodar evitando las pisadas, y percibiendo cómo se refugiaban los infantes en medio de la lluvia y el pantano, reptaba entre las armas frías, y sus animas, las almas que habían perdido el ánimo pero no completamente la fe, deambulaba entre las animas lisas y las estrías; entre los espacios de compartimento, entre purgatorio y paraíso terrenal; se enroscaba entre los cascos de guerra y sus anaqueles, y acariciaba las reservas húmedas y frías, deambulaba entre las ropas camufladas mojadas, entre las cargaderas de los arneses, los estuches y los bolsillos, los menajes y las revistas programáticas y las navajas y bayonetas y cigarrillos y los cogollos y los conchos, las granadas y las pólvoras, jugaba deslizándose entre las municiones y las armas; déslizabase entre fulminantes, cerrojos y filos, y escuchaba los susurros de las ordenes dictadas por los comandantes de las tropas armadas, y las frecuencias de radios en variantes y de códices y de justificaciones, pero en el sígilo completo de los hombres de guerra; mientras tal vívora, paseaba en completo silencio e invisibilidad, hasta situarse en la postre de uno de los hombres quien había ya cumplido con su papel de guardia, y  dispuesto para la oración y el sueño dado por el agotamiento del trajín, entra en su carpa al reposo, mas la peligrosa y hermosa coral tóma postura en la bota tanto sudorosa como embarrada, dejada al lado de la entrada de la carpa, donde tal animal se posó, sin importarle a la vivora, ser una de las más mortíferas armas, aún sín estar en situación de guerra o combate, buscando el calor del abrigo al resguardo de la intemperie, posándose y enroscándose en su naturaleza plena, dentro de la bota tipo jungla, referenciada con una placa metálica y atada con un cordón ajustado, y una plantilla de más, la bota especial para caminar los caminos, carreteras y lodazales de la selva húmeda tropical, en el abrigo de la noche, al resguardo de la entrada de una tienda de campaña en un campamento improvisado, la serpiente ocultándose, asentándose y mimetizada con sus manchas de anillos rojinegros, en estancia de plenitud, esperando en la puerta de una carpa de acampar, instalada en la oscuridad plena de la noche, donde sólo alumbraban en corto las miras tription del tusogeno de los rifles de asalto, puesto qué hasta los clips luminosos de las gorras y los cascos habían perdido la capacidad luminosa; la serpiente vio cómo la niebla cubrió todo, y cómo un depredador de su especie se sintió tan cómodo y confortable al resguardo de la guerra, en la bota sintió la felicidad completa del silencioso sigilo en la tensa calma de la guerra.
       apacible esperó el alba, ya antes qué la luz iluminara todo, salió con la tranquilidad de la tormenta escampada a pasear por el pasto mojado, y envuélta en el frágil barro de las písadas de las botas de los guerreros; salió de allí, instintívamente justo antes al hombre dueño de la bota  ínstalar de nuevo aquel objeto en su pie izquierdo, y salió feliz, viva y sín lastimar a nadie. Después de haber pasado una noche en la olorosa prenda diseñada para el combate.



3. El Cosumbo Solo.

 

 

 

Un cosumbo el cual caminaba feliz entre los matorrales de la selva semihabitada, el cual relucía la cabellera de su cola de la forma más extravagante posible, el cual rondaba cómo sí fuera el máximo oriundo de la selva negra meridional, mientras que sí él mismo se viera, en su folclorismo montunesco y tropical no hubiera entonado sus aullidos melodiosos de la misma manera, pero en su perfil de estrella peinada para la gala, no concebía ni un cadillo, ni un terrón de fango o menos pulgas o garrapatas adheridas a su piel y mucho menos aun a su pelaje, siempre se les hacía de quejar, a sus adherencias en su pelo y las corría por completo de su animalesca cabellera.

/amiguitas, mejor solo, que mal acompañado/

y se compinchaba con la planta que fuera, con el menjurje que pudiera, o con el animalejo que habitara, para no estropear su excéntrico peinado, así la pasaba con su larguísima lengua atrapando bichitos, pero antes de ir fuera de su madriguera a engancharlos, se encargaba de cazar los que se aferraban a su piel o pelaje, aunque referenciándolos entre los anillos de su ostentosa cola.

 





La chucha.* 

*el documento ha sido alterado trato de enmendar. att: Manuel Carrasquilla. Autor. 

 

Las zarigüeyas han sido animales extraños, tímidos, inquietantes e introspectivos ya en sus adentros guardan la historia de otros tiempos donde quizá hayan vivenciado otra historia, antes de la llegada en perspectiva de ellas, donde la vida tranquila y suspensiva de las selvas se tornó de apoco a la vida acelerada de las villas; ahí ellas vivían en la gran parte de un paraíso, eran las fugases animalejas nocturnas, en busca de su pervivencia, iban y venían de un lugar otro en busca de supervivir; a base de frutas, nueces, bichos y demás cosas pequeñas cómo algos que encontraban en su paso para alimentarse, pero en el exterior de la noche no sólo podían vivir y convivir con su careta de anímales fúgases, eran los apaches quizá que compartían los vientos frescos y tropicales del sur, ya en el paso por la vida convivían y hacían de su parte, además del aporte a lo cual eran sus pequeños mundos, pero la curiosidad así cómo al gato. les atrapó en una caja misteriosa de la vida, y les desplazaba de la selva, convirtiéndola en un campo fértil lleno de nuevas especies quienes se transfiguraban y mutaban sus antiguas formas paradisiacas, y así igualmente sus vidas en nuevas maneras de existencia, además de las cosas, las situaciones y los asuntos, les rodeaba en otrora, el comer o ser comido, en la forma intrínseca la subsistencia no estaba dada para todos, el compartir solidario pendía del antecedente ante la especie dominante/ cazadora y así generaban su intercambio, ya  las especies mayores transformaban las villas y la campiña en macro cultivos y corrales. Pero ellas, las zarigüeyas sólo buscaban el ir y el de venir, pero en la curíosidad inicíaron a mútar su dieta y en esto la vida misma.      


      Una vez, en su devenir un par de amigos cuando aún uno de ellos tenía el tinte mapachezco de vida montuna tras los aires del sur, mientras el otro la intrepidez y la picardez nutrezca de los anfibios de tierra, tal par de “joyitas” iniciaron en su curiosidad de vivir y explorar a probar lo improbable, ya uno de los caciques, el cual convivía en su vida de abnegación en el campo del sur, trataba de alimentar a su pequeña familia, y para alimentar a su pequeño puma, el cual en la vida de clan, al lado del gran cacique había incluso aprendido a ladrar y a comportarse como un perruno que latía, que lamia de una coca, y que bebía del agua fresca puesta en las afueras de la pequeña cabaña la cual custodiaba, cómo el primer guerrero a la puerta del amo de la gran tribu Meshica, aunque en su resguardo eterno y en la búsqueda de lo etéreo.     
       una noche ya El puma atado, a falta de ansias por la comida, parte de su ración dejada en la coca del totumo donde le servían las mejores sobras y preparaciones del clan, sobras directas de la olla o del mismo plato del gran cacique padre del mismo Nutibara. Mientras las zarigüeyas, en sus ansias de explorar y con su vida mapachezca, a cuestas, fueron atraídas por el olor de las sobras dejadas allí por el perruno, a pesar de ser sólo el puma solitario quien no interfería en el transcurso del monte, y allí en la coca media del sobrado con el olor al sancochito, con el sazón dado por la leña qué la mama había cocido para su amado cacique, pero por motivo de hecho, había quedado como parte de la ración del puma ocre, quien le cuidaba los pies, quien le lamia las botas y le velaba el sueño, al gran cacique Aburai.      
      las chuchitas con vida aun por explorar, con su pelaje gris y su careta atípica, decidieron ir casi hasta las garras del puma, para evidenciar lo qué bien hubiese allí para picotear y compartir entre ellas, aun así sin permiso, ya así de aventón.   
     Pero todo encrudeció en el primer contacto de tales con la sopita del perruno, ya que el maíz les era habitual pero de tal forma nunca, la yuquita les era familiar pero así blandita nunca, la papita negra, la papita criolla, el platanito o el guineo, nunca habían sido habituales bajo el sazón de la cocción y de la sal y especias, y más la presita cómo el sazonante especial venida del último gallito del coronel, a ellas si les había atraído bastante, todo hubiese sido diferente sí esa noche el perruno, no se hubiera tendido aguardar el pedazo de presa sobrante, el cual le había quedado, además no se había dado a la tarea el perruno para cercenar los huesitos de tan apetecido pernil. ellas amaron el sabor del pollo con locura inmediatamente, tanto qué al principio una de ellas, para sí, creyó no poder compartirlo, y sí lo hiciese tal perdería el sabor puesto en el plato, la sazón dado a la coca de totuma, y así en tal orden ya ni las papas, ni la yuca, ni el plátano y menos la mazorca, le llamó tanto la atención. Ya así sigilosamente haló la presa del bocado sin intención de compartirla, y menos con su inmediato ex-amado compañero, ahora mucho menos con el perruno el cual despertaría en cualquier momento, pero por el espléndido sabor, mucho y muchísimo menos que la devoraría de inmediato; no sólo era la primer vez, en probar comida cocida, y la primerísima en echarle diente a una presa tan especial y más de pollito, o de gallina o de quien sabe que origen avícola con el sazón campesino y al punto de cocción tal. su compañero chucha se sintió frustrado al ver la codicia de tal, sobre la presa extraña y pues de sólo bulling en forma inmediata, o sería decir por callosidad más qué por curiosidad, así se alistó, medió se movió preparando un impulso y sorpresivamente le mandó agarre ligero de pura reacción a la parte del huesito saliente, pero fue tan fugas la intención de juego, que al halar, rebotó en el totumo y lo mandó por los aires, así la coca misma salió a volar por los cielos bañando al perro con la sopita ansiada, al punto de despertarlo y de paso al amo.       
      El gran taita cacique despertó y de un salto salió de la cama igual a un samurái experto y en la efusiva sorpresa de la reacción de la fuga pendiente, al perro le viene encima la coca quedándole de sombrero quedando tal entorpecido, ladrando en dirección a una maleza la cual ya ni se movía por el viento. esto le suscitó al cacique más justo, la benévola idea, al ver a su puma a punto de reventar la cabuya trenzada, la cual le ataba el cuello y por la euforia del desespero de haber perdido su presa, la ansiedad de ver quien la había raptado y adonde la llevaba, la mera zozobra no le ayudaba a dejar de ladrar contra los matorrales, por donde sintió habíase fugado los voraces ladrones, mientas el sancochito le calló ensima, dejándole la totuma de sombrero, al perro del gran cacique Aburai el mismo hijo que heredó de la estirpe y sangre del mismo Talras, siendo cacique dueño del perro atado, aun estando de moshica más resaltable en la gran nación, no soportó el estado de detracción y con su misma pantufla dorada le propició un chancletazo al perro, al punto de dejar al puma amarillo seco del dolor, para volverle en sí, a ésto lo único cual provocase al perro fue aliento para lamer el suelo a la entrada de la cabaña, limpiando las sobras esparcidas por la estera, y hacerse en lloriqueos y maullidos igual a los dádos cuando aún era un cachorro detrás de las enaguas de la mama, la gran esposa y cacica del cacique y hacerse de lo justo y de la belleza, lo cual era justamente la bendición a las preciosas doncellas princesas de tan prestigioso cesar aquel Braunio. Pero yendo al punto del asunto, en la serie de circunstancias acaecidas, Las zarigüeyas habían movido la balanza del talión del ancestral rey, nada bueno estaría demás.

 

 

La chucha.

Segunda Parte.

 

 

 

-que pecadito del perrito lindo, cómo se mojó con la sopita de pollo.-  
-sopita nó sancochito.-   
    se hablaban entre ellos, pero la mama refutó por primera vez en aquella estación de tiempo a quien era su rey.    
-eso es pa que le siga dando carne a ese perruno./
-es un puma amarrado y si parece un perro, pero me da pesar del animalito sin saber que comer, y sin una presita pa él.- respondió el rey más justo de todo el nudo montañoso, en su exilio de la cabaña dorada de rey en campaña, en la montaña sagrada donde alistaba a sus tropas, agregando a su  mujer quien le servía primeramente, -esperemos a qué el perro degenerado este, no se vuelva a echar la comida encima, y no le encuentre el gusto de sabor a la carne de los animalitos, y esperemos también mañana puedan traer más, del sobrante del trueque, con los que se llevaron a la villa, ojala no echen todos pa pelea-
-vea lo lindo del animalito cómo se limpia solo.-
      finaliza la emperatriz desde el exilio, dando término, a la discusión mientras recoge la pantufla real y la devuelve a su dueño para volver dentro.       
      las chuchas aun seguían entre los arbustos jardinezcos, una haciéndose la muerta y la otra trepada en un árbol, pero la raptora no soltaba ni así a su gran presa.      
      Hasta allí aun las chuchas tenían pelo en su cola. Tenían la mancha de la careta en su cara, pero la otra de ellas limpia tersa y suave, con sus tonos grisáceos de la suavidad nutrezca, la naturaleza joven y tímida al abrigo de la noche, una sobre lo alto de la copa de un árbol esperando saltar, y la otra en el suelo haciéndose la muerta, abrasada a su pedazo de pernil, con la actitud de “yo me hago valer o asesinar por mi propiedad”, el perro gruñía desde lejos, pero las dos chuchitas lo ignoraban a profundidad, quien se hacía la muerta decidió hacer valer,  tan apetecido y codiciado trofeo, mientras  la cual colgaba del árbol, sólo bája para mirar, qué todo estuviese en el orden adecuado, pero la nueva disputa podría ser por la presa adquirida, la cual ahora debía ser compartida entre ambos; el perro continuaba gruñendo y con algo de frio en sí, por el reguero.
/Animalejos desgraciados, nada parecen que hayan aprendido de convivencia o de vida en comunidad, en cuanto pueda les daré caza, para que así se arrepientan./    susurra el perro quien sigue atado esperando poder ladrarles o seguirles.      
/para nada, nada que ver con un can amarrado, puma amarrado ahora vales menos que tu cabuya, mejor apretála desgraciado./ grita una de las chuchas, la cual al sentir ruido dentro de la casa toma uno de los lados de la presa y decide incitar a la otra para emprender la fuga mayor, con la presa de lado a la lado arrastrada por la selva. Y oyendo detrás la presión contra el perro, gritando antes de seguir la fuga      .
 /suerte puma capado. /

-Has oído eso- comenta la emperatriz dentro, el perro ladra fuera de la casa.        
/vengan asquerosas, yo las arreglo y les demuestro con argumentos por que vale mi plato/ además incitando, /amo, velas, gran cacique huyen y rehúyen por allí, atrapenlas, que yo las tomo, fare velas, allí están, suéltame, suéltame, suéltame/ engulle el perro desmesurado.      
     el gran cacique no concibe el hecho y de nuevo asoma la cabeza, por la puerta silenciando al perro de un grito ahogado, /shisssss/ el perro entendió de inmediato que era hora de dormir así que luego de un par de vueltas volvió y se echó. pero ahora intranquilo para el hecho el cual le había robado la quietud en pleno.

 

 

 

 

 

La chucha.

Tercera parte.

 

 

 

por otro lado, las chuchas iban felices con su presa, y esa noche todo fue delicia y festín, rumba y algarabía, francachela y comilona, en el nido donde yacían donde sesteaban y donde armaban sus juergas, pero cómo lo del mal.  
 /mal aside, mal prospera,/     
comentaban mientras aún se placían del festín apenas dado, hacían parte de la memoria inmediata de lo acaecido, pero la apetencia y las ganas se habían vuelto amalaye, gula y envidia, entre una y otra, la pelea y el empuje de culpas, entre una chuchita y la otra, la chuchita mapache le peleaba el diente a la chuchita nutria, una a otra debatían sobre quien había descubierto el pollito, quien lo había tomado, quien había comido más o a quien correspondía la mejor parte, a quien le competía el cuerito o a quien le competía la carne o quien conservaría el huesito, pero ya no había ni un pedacito del dicho. Ya no había nada, todo se había ido por el estanque o mejor dicho por las trompitas de las chuchas.        
     una de las chuchitas en el afán por conseguir más de lo habido, de lo ruñido, de lo roído y de lo extinto o escaseado además para bajar el ánimo del problema comenta.   
 /necesitamos construir un plan, tenemos que conseguir más pollito, a como dé lugar, porque la papa sabe rico cocinada, o el plátano, pero fue en el pollito donde descubrimos el sabor de la vida/      
     comenta una de las chuchitas, esperando a ver qué consiguen 
 /deberíamos volver hoy en la noche, a ver sí de ser posible hayamos algo para nosotros./
      ya así todo el día fue algarabía fiesta y planificación, fue armar la emboscada perfecta y el golpe preciso para hallar la presa perfecta, y pues el perro sería parte de la coartada, ya qué sólo accediendo a su plato encontrarían el deleite de la vida, y llegada la noche. así se encaminaron bien entrada la noche para ver qué era y podía ser parte de ellas, animalejas las cuales estaban perdidas en fabricar el plan, pero el plan cómo tal sólo existía en sus augurios, así  los conjuros, los hechizos, los rezos y los talismanes no se dieron a esperar, em pero el sigilo debía ser mayor, ya así  estando cerca iniciaron a ir un poco más lento para acechar a su objetivo y diezmarlo de apoco en distancia, en velocidad y en astucia, unas pillas por completo las chuchitas, en su planificación de asalto a la coca del perro, nada podría estar mal.    
esa noche las chuchitas llegaron justo luego de los caseros haberse acostado, la actividad para el día debió ser de lo más agitado de la vida normal en alguien quien habituase el campo, así las chuchitas, entendiendo lo complejo del asunto, sobre el estado de labor, aprovechan y por la misma ruta de salida, caminaron suavemente, sin levantar ruidos en extremo, lo hicieron levemente sin levantar sospechas u olores, sonidos o movimientos de reflejos vistosos, así pasito a pasito, se fueron acercando hasta el perro el cual luego de acompañar el día de su amo, estaba derrotado hasta no poder hacer ningún movimiento, dormía cual gato chiquito bajo el sol, pero abrigado por la luz de la luna, ante todo agradecido por la buena vida llevada a los pies del gran cacique.     
    lo  planteado en su proyecto de conquista por las chuchas, en un momento inesperado se les vino abajo, y fue el encontrar la coca vaciá;      
/está vacía/     
    susurra una de ellas,   
/vistes, nos hubiéramos ido para el cultivo a comer yuca cruda/    
     murmura la otra 
 /callate que nos sorprenden, viste… otro arrocito con un poco de eso amarillo, ¿sabes su nombre?/ 
      pregunta una, la otra responde.
 /arroz, con huevo/ 
/sí pero el desgraciado perro, no dejo ni un granito, se lo comió fue pero todo./      
     en un desliz una de las chuchitas tratando de tomar un arrocito de una de las garras del perro, al lamerle le hala la pata sin querer, lo cual generó una convulsión de sueño en el perro, y aquel por poco despierta, ellas cautelosamente emprenden la fuga, pero esto les deja en evidencia, una se tropieza al saltar del pasillo de la casa al patio, y pues éso despierta al perro quien de reflejo emprende persecución, pero es devuelto por el impulso del lazo, al cual estaba atado, y este le propicia un tirón por completo al perro, el cual casí le deja sonso por completo, pero con la suerte para el perruno quien descubre, qué al lazo estar mal atado se había soltado y ahora por voluntad instintiva y azonzado emprendía la persecución, y por causa de los ladridos ya había despertado a su amo, por la sonsera sigue en persecución de las chuchas sin antes notar, una la cual había quedado caída haciéndose la muerta bajo las raises del árbol a las afueras del cercado, y la otra estaba montada sobre tal, pero sólo olfatea a una, y sigue acelerado en busca de ellas, el amo despertó saliendo pero no notó nada raro.
-que fue?- pregunta la mujer  
-nada, pues que el perro arranco la cabuya con que estaba atado y se fue a perseguir algún animal. – responde el cacique la mujer quien antes de ver a su amado volver al lecho, agrega.  
-eso debió ser alguna chucha-

 

 

 

 

 

 

 

La chucha.

Cuarta parte.

 

 

       

El cacique Moshica, contemplaba a sú apetecible pero escaso gallinero, el cual de no ser porque habían vuelto dos gallinas rapaces quienes se habían escapado a vuelo de cóndor en búsqueda de alimento al otro lado de la línea de cerca mayor y una gallina del vecindario amplio, es decir de una finca cercana a no menos de 17 leguas lo que converge un poco menos de un tabaco de distancia, la cual solía merodear la casa, y habitaba allí cómo huésped,  de no ser por éste hecho, ya sorpresivamente se habría quedado sin gallinitas, en el trepador de gallinas usado para cuidar a sus animalitos preciados, sólo quedaban esos tres pollos ávidos, y un pisco, pero tal no se contaba, puesto qué al  ser un animal tan arisco no se dejaba contar, y huía a la primer luz del día para evitar ser visto por las gentes, y en muchas ocasiones sólo aparecía en la noche, eran esos 4 animalitos para alimentar y tener siempre en cuenta ya sí aparecían los demás o sus reemplazos tódo sería un acto de fortuna y señal de un logro mayor.  así también se entristecía de recordar acerca del préstamo de diez pollos y la devuelta no haber regresado a tiempo, y posiblemente jamás regresaran a él sus animalitos o los 25 los le habían jurado cómo pago y vuelta por los diez mejores gallos, los cuales además de tener espuelas podrían servir cómo animales de pelea. Así él no se prevenía completamente, por los animalejos del monte, pero bien sabía, de sí ya le habían dado ubicación a su cabaña en algún momento, aparecerían de nuevo los animalejos, haciendo cuentas del día anterior y el de antes, en las noches anteriores los animales habían merodeado su cabaña; la cual era un rancho pequeño resuelto entre cipreses y bambús, con el techo amarrado entre trozo de retales de maderas y hojas de palma, con suelos de madera forrados por esteras y algunas paredes forradas con bareque y guardades con placas de piedra, el suelo de la cabaña se elevaba a una altura de medio metro del suelo, y las gallinas a veces merodeaban los bajos de la casa, sólo eran dos habitaciones y la cocina, la cual tenía tejas abiertas para dejar salir el humo, los tonos de la rusticidad, el decoro del breve despeje del cielo, un pequeño mesón en el pasillo que conectaba los cuartos y la cocina, y bancas hechas para reposar fuera, el orden y los pocos huecos, además de puertas rudimentarias las cuales protegían las casa. Ya la noche pareciera oscurecer y luego brillar oscilando constantemente, Lo cual significaba qué en cualquier momento aparecerían, de nuevo los animalejos tales, así con la premonición tal, el cacique se dispuso a entrenar al perro para reconocer un par de trampas, las cuales debían estar al vilo para aprehender a tales animalejos, para el perro  no sería una tarea tan fácil,  por persuasión lo dejarían más suelto con relación al día anterior, y ya que logró soltarse, aunque sufrió el impacto leve del tirón de la soga, y quizá por ello no había alcanzado a los animalejos tales. no sabiendo la realidad de la astucia de tales chuchas de monte. 
     las chuchas no pudieron concretar su plan a plenitud, y la tristeza les invadía, no era peor la desilusión de pasar el día en vela, el día comiendo maticas, el día augurando planes, y de no haber sido por la persuasión de su escondite habrían caído en las fauces del puma atado, ya por la dificultad grande encontrada, sabían que debían ejecutar un plan lo antes posible, y tal les debía llevar hacia la alimentación. era difícil mas no imposible plateaban comiendo ramitas y raicitas y cetáceos y semillas y huevos de monte, pero estos ya no les saciaba, y fácil no era pasar el día así, debido a eso ya tenían un plan prepuesto y era una de ellas quien así ya se daba como orientadora, del plan por llevar,
/debemos ir por gallinita hoy, y esto sí  debe ser un hecho, ese pollito suculento debe ser nuestro, y no tenemos otra opción/ lo hacía y lo decía mientras se limpiaba la saliva de la boca e insistía agregando, /si mal no recuerdo, el trepadero de las gallinas está detrás de la casa, y es solo rodear por fuera, ese perro amarrado ni nos verá salir, y mucho menos que nos sentirá entrar, esa gallinita será nuestra./
     y se reía de su plan macabro, la chucha con ganas de alimento,       
 /pero que dices? Eso es gallina cruda, eso debe saber asqueroso,/
     respondía la otra chucha, ya ambas departían alucinadas y entre más se enceguecían por su plan macabro, más aumentaban sus facciones delirantes las cuales cambiaban, y les demostraba la cara que el bien tenía y una cara, la cual sólo el bien les daría, y el perfil se les demacraba, se ponía primero igual al de un marsupial ordinario pero más se parecía al de una rata, y la involución de tan aparente animal se hacía tan evidente que una descrestaba a la otra y más por la estereotipación de las formas faciales  tomadas, la mutación les llevaba de un lado a otro, y se enamoraban una de sí y la otra de ella misma, pero el egocentrismo de individualidad, daba a ver el reflejo propio en la compañera y tal se viera hermosa y una a otra y ambas se amaran.  
      la noche entró en la vereda, la campiña inició a humectarse, el roció vespertino mostraba tras el crepúsculo qué allí ya había algo en hecho para la continuidad del plan de las chuchas, pero el par de animales de apoco pensaba en hacerse a un lado, y temían ser ellas y temían ser castigadas y temían ser sorprendidas, y temían hallarse en medio de una persecución o peor aún en medio de una trampa sin remedio, o ser atrapadas por el hecho, más nada bastó para que se detuvieran a pensar y a cancelar el plan; si hubieran entendido la razón de la vida y la reprensión a los malhechores todo hubiese sido de maravilla, pero la terquedad o la necesidad de lo innecesario las llevó casi hasta la boca del lobo, y más cuando iban en búsqueda del trepadero para medir distancia y en el asedio atrapar a su víctima, fuere cual fuere la gallina a la que pudiesen atrapar, así ya todo cóncreto, y observan desde la corteza de un árbol cercano, hasta póder ser cubiertas por completo por la oscuridad de la noche, y no ser así sorprendidas, ellas sintieron antes de ir, el descenso de un animal grande, cerca del trepadero, el perro ladró pero el gran cacique, quizá entró a la cabaña y apagando la lampara que iluminaba el pasillo de afuera del grandioso y pequeño rancho. Al tiempo de sentir el vuelo fue el momento en el cual una de las chuchas decide, abandonar, pero su compañera la presiona para continuar. 
/no te preocupes es sólo un reflejo de la noche, /
     y lo dice mientras roe sus manos, y las frota cómo símbolo de ansias, pero trasdibujando su afán por comer pollito. Ellas aguardaron hasta bien entrada la noche, acercándose despacito, sin temor no del aleteo, ya que las palabras de ánimo bastaban, /gallinita…/ , /pollito…/   
y no pensaban en nada más, y despaciosa y sigilosa y cautelosamente iniciaron a subir por el palo del trepadero, lo cual lleva a una altura no en demasía pero si significante, y en una especie de árbol armado donde las gallinas reposan en la noche y quedan fuera del alcance de bestias del monte, de animales de la selva, de animales de la ruralidad, así de apoco trepaban las hermosas chuchas quienes en su afán por alimento, por satisfacer sus deseos o por colmar su ansiedad, decidieron ir a una acción nefasta, grotesca agreste, y fue suavemente como la gallinita, sintió una suave lamida por debajo, lo cual le dejo sin alientos de fijarse o al menos qué  había sido, así que se quedó quietecita.  
/ves cómo se hace/ dice una de las chuchas y esgrime /gallinita gallinita/        
    así a otra, es decir la menos osada, trata de imitarlo, pero siente un pedazo de rabadilla, más grande al qué debería tener una gallina común, así en el sitio, y el animalejo ni se inmuta.   
/debes hacerla dormir, la tomas por debajo como voy hacer, y salimos corriendo hacia nuestro nido… gallinita gallinita…/     
     dice la osada mientras la otra chucha aun con todo el miedo suyo.  
 /por qué tienes que estar todo el tiempo dándome ordenes, yo sé que es lo que debo o no debo hacer gallinita… gallinita… gallinita…/
    y continua el plan hasta encontrar a su compinche, y tal logra hacerse al hombro a la muy apetecida gallina, la noche era oscura, póco se veía en el entorno, y sí la levantó la chucha osada.        
/vamos allí gallinita, ven vamos, ven vamos gallinita, ahora ves lo que te he dicho/     
/insistes en molestarme, pero la verdad ni se porque te hago caso, gallinita… gallinita /        
     y la lamia, pero al ver al brillo de los ojos de su amigo  perderse, ya tal iniciaba a descender por el palo el cual conducía al trepadero con la gallina al hombro, la chucha menos osada intentaba hacer lo mismo, y sólo  al enterarse de viaje,  sobre el peso de la carga el cual resulta ser un poco más pesado de lo prepuesto, y así aguza a su compañera.     
 /espera un poco/    
     tal solivia la carga, pero quien debiera despertar era una gallina común, de un tamaño medio, con el susto y el placer que la contuvieran, para que la chucha menos osada es decir la mapachezca, la aguzase, la dominase, la llevase, pero a tal animal de tremendo porte no le gustaba ser llamado “gallinita”, fue cuando la chucha vé que en realidad no está levantando a una gallina como suponía sino al pavo real nocturno quien recién había descendido  justo encima del trepadero. y semejante animal vuelve en sí en medio de la lamedera de la chucha y se le echa encima a todo pulmón.        
/a quien le dices gallinita” /. Lo cual sonó en su voceo cómo un buruburuburú…     
     El gran cacique despertó de golpe, o más bien salió de la meditación lo cual le llevo hasta la salida externa de la cabaña, o mejor dicho la meditación le hizo aguardar el golpe de la chucha debajo del entechado de la cabaña, y machete en mano se abalanzó contra una de ellas. La chucha osada al sentir el glugluteo del pavo, no hizo más que soltar la gallinita, pero para agarrarla con las fauces desde el cuello, y llevarla a mordiscos para que tal no hiciese mucha bulla.      
/suélteme, suélteme, suélteme, que me suelte le digo…/
     era lo que gritaba la gallina del vecino sintiéndose atrapada, en las fauces de una chucha, el puma el cual había sido semisuelto y tenía un collar de cabuya y cuero de lujo, hécho por las mismas manos de su hacendoso amo, lo único cual hiso fue seguir a la chucha orientándola hasta una trampa. El gran cacique sólo oyó el cacaraqueo de la gallina que era raptada y sintió al perro salir a perseguir a la rata trasgresora, la cual llevaba la gallinita, una de sus pocas gallinitas en su jocosa boca. Pero la chucha menos osada por su parte halló al enemigo más temido, era el mismo pavo en quien se posteaba viendo a tal con su majestuosa cola y brillaba en la noche como un ave fénix volviendo desde el otro lado de la noche, y enfrentándola con garras y pico salvaje, en un nido mezquino, en un trepadero el cual se volvía temible, para la chucha, mientras las gallinas fugitivas volaban fugases hasta lo alto de las copas cercanas, de los árboles cercanos y los guaduales rutilantes. El cacique abuelo sin más por  hacer, arrancó de las garras del pavo a la chucha escarnecida, tomándola de la cola, cuando aún parecía una nutria, en sus últimas facciones de animal silvestre y la conjuró,  
      /ahora me robas cuando te he tenido en mi vasto campo, aun muerdes mis animales cuando te he permitido cenar de mis granos, comer de mis hortalizas, roer mis tubérculos, pues siendo así entre más roben, más pelada tendrán la cola, tú y tu compañera,/ así el cacique alumbró con la lampara viendo cómo el puma volvía con la gallina entre la boca, y tal roída, escarnecida, moribunda, y carente de plumas. La abuela cacica, no pronunció mas palabras que…       
/papa, pasó algo allá fuera?/   
/por acá nada, aun/ y tiró de golpe la chucha con la cola pelada, al otro lado de la cerca de casa. Luego de ello en la noche no hubo palabra alguna del hecho. Y dicen que hasta no hallar punto de cambio en tales animales, seguirán pareciendo ratas roedoras y teniendo la cola pelada, y así siguen esperando al día de la compensación para volver a su forma original.  

Feliz año.

 El cielo está puesto en la parte más oscura del firmamento, justo allí, donde ha orbitado tanto el final como al principio del año, las nub...