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miércoles, 2 de octubre de 2024

Cuentos del conflicto. II La Trinchera

 II

La Trinchera


El camino al cielo no puede ser lo mismo a una trinchera en un barrio, una trinchera improvisada, subpuesta, expuesta, el improvisar con objetos para complementar la seguridad, aunque el color, la distancia, el volumen, entre otros asuntos sería lo cuál tiende a ser diferencial entre un ataque indirecto y una exposición completa, en la receptacion de un ataque, fuése de dónde fuére o con el arma qué fuese.

La protección del grupo prima, y apenas inicia en la construcción y ya se imagina sentado allí para ver pasar a las muchachas con dirección al colegio, cómo también para dar requisa a borrachos o autos sospechosos o paquetes peligrosos, y recuperar, dar rescate, husmear o revisar a hurtadillas y cuadrar negocios de base, él ya se ve ha sí mismo, expuesto y afuera de la trinchera la cual apenas construye, mientras mide posibles sitios de blanco, así como posibles pocisiones de defensa, y vé los ataque en sus tangentes y razones, midiendo el efecto de respuesta temprana medida y justa; Aunque ante todo, primeramente colóca su poderío por encima de todo lo otro, mientras otorga poder destructivo a su arma y se perfila ha algún arma de acompañamiento para refuerzos futuros, y mide tras su labor ataques directos con arma blanca, arma de fuego o explosivos, convencionales o de algún origen extraño o afines o internos y los repulsa en respuesta entre lejanos y distantes, grupales, individuales o masivos, siendo el último el mas lascivo e imposible de los demás.

Un razo termina de improvisar su trinchera justo en la periferia de un pueblo extenso, cerca a los altos de la selva andina, la trinchera la cual improvisa en pleno calor del alza del sol en la media mañana, se yergue entre escombros, piedras y demás objetos de improvisación, los cuales dieran protección en cubierta y defensa segura para salvaguardar su vida y la de sus compañeros, pero entregarla por El Dios para defender las ciudadanias, en caso de ser necesario; 

Aquel joven razo, no ha podído descuídar ni un sólo momento su armamento, y ha tenido qué mantenerlo en sí mientras adelanta sus labores de labregueria en la unidad improvisada, él teme, no todos viven su dinámica, gentes pasan con dirección al pueblo en la mañana de aquel domingo, esto le perturbó algún que otro descanso matutino y pues las labores le han tomado el reste de mañana, su actividad parece minuciosa, y qué tal buscáse la perfección, junto a su unidad se han posteado allí y preparan base, se toman o recuperan al casco urbano, en el margen nadie quisiera saber de nada, él aún sobrevive metido en su uniforme viejo y desgastado, y con el cañón en limpio, mientras anhela conocer el pueblo donde ha desembarcado en la plena penumbra antes de la madrugada. 

Feliz año.

 El cielo está puesto en la parte más oscura del firmamento, justo allí, donde ha orbitado tanto el final como al principio del año, las nub...