El delfín rosado y la anaconda.
En
la cuenca del río Amazonas, en el río Apaporis, muy cerca de la orilla vivía
una serpiente, animal tranquilo y pasivo pero inmenso en longitud, aun carente
de miembros en su cuerpo se basta a sí misma con la cola de su tronco
prolongado y su cabeza ovalada, ella quien es capaz de tragarse a un ternero de
un sólo bocado, anda en la selva colgada entre lianas y oyendo en sigilo las
historias que los demás narran, ella la serpiente más promíniosa y gigantesca
de la selva amazónica, es sólo una pequeña casi del tamaño de una lombriz
cuando su abuela narra las historias de la gran ciudad la cual quedaba allí
antes de volver a reaparecer la selva y el hombre jaguar volviera a ser lo más
parecido a un humano, allí entre estas y otras historias magnificas, se asombra
de apreciar la grandeza de la inmensidad del río en el cual frecuenta, ya entre
las historias favoritas tiene dos para sí, una la de la inmensidad de su rio
juntado y nutriendo al Amazonas, desde donde se hacen hasta la cúspide del Casanare
el río más extenso y caudaloso de la tierra habitada, también ama oír cuentos
mitológicos cómo aquellos acerca, de los animales pintorescos entre estos el
favorito ha sido el de los delfines rosados.
En la
imaginación de tan especial animal, nunca cupo, para la orilla de tan caudaloso
cómo especial río de habitante tal, en su rivera o afluente donde los animales
pasan y se pasean y muchos nunca entenderán o verán varias veces en su vida a
una serpiente, ya qué su vivir lento les habla de la vida de otros. Ella cree
aun en animales raros, en efectos extraños pero para sus adentros se pregunta
constante mente sóbre la posibilidad de existencia de un delfín cuán animal
inteligente, pero más difícil de creer aun es en algún mamífero quien pueda existir, y la mera idea
le maravilla, acerca de un vivíparo y mas viviendo en agua dulce, y de una especie común en altamar, pero que vive
como cualquiera de sus vecinos, pero ella en sí no sólo duda sino que se dá, llenando
su alma rastrera de imposibilidad, y mas cuando recuerda sobre el color de
dicho animal es decir rosado.
/que
asunto tan particular, cómo una especie puede ser tan exótica y existir en este
pequeño mundo de ríos tan grandes/ y reía para sí la enorme serpiente.
Un
delfín rosado del Amazonas quien había crecido en cautiverio, a causa de la
minería ilegal y de la deforestación macro ne los bosques, la tala desmedida y
la industria acerrera en el Amazonas, aun trata de sobrevivir y ser uno de los
ejemplares vivos de su especie, desde el albergue oye historias sobre la
inmensidad de tan especial rivera, el yace a las orillas de la selva adentro en
un resguardo entre Colombia y Perú cerca de la selva aquella que aún carece de
nombre alguno, o al menos del hombre considerado civilizado, ella el delfín
tiene así sobre su resguardo toda la voluntad de crecer siendo uno de los
tristes ejemplares, quien quizá sería el ultimo de su especie, él cómo tal oye
la historia de un río el cual posiblemente fuese el río más largo el cual
nutriese al bajo Amazonas, y sueña con
ir a nadar sobre las corrientes de tal, aunque aún se perturba al pensar de los
mitos sobre serpientes que cuelgan desde los arboles gigantes casi hasta el
suelo.
Es
imposible, la posibilitación tasita de una realidad inconcebida por la duda, o
la duda la cual lleva al descreer de la versión del otro, el odio a la versión
imperfecta, por el miedo al éxito o por el miedo al fracaso, la vida sería un
fiasco sin los elementos extraños, sin otros o sin uno mismo para apreciarla, el
delfín hembra no podía dejar de concebir la idea de un animal rastrero quien se
pasara por encima del rio, quien sería mas grande que cualquier otro animal en
el rio, y que su largo se da a base de cacería pero la pobre así, carece de
pies y de manos, y subsiste y caza y se mueve y duerme y respira y ve por
sensores. En caso de existir, pues es imposible qué tal alimaña mida casi unos
doce metros sin aletas o dientes de delfín, sin vida y en la precariedad del
color, y sin veneno en las fauces, y sólo viviese para vivir, y no le importara
nadie, ni pensara en nadie, y maquilaba nuevamente, “así debería ser un delfín
y no una anaconda.”
/baya
dimensión podría tener aquel animal, quizá sólo sea otro mito de existencia. /
y
seguía flotando hasta el tope del canal de su resguardo, con miedo de ir a caer
a las aguas acidas, las cuales ya manchaban parte del Amazonas, el único medio
de conexión posible de aquellos dos seres tan especiales pero tan distintos al
tiempo. Para el delfín era imposible el creer, que existiese una serpiente tan
grande en dimensión, y que tal estuviese tan cerca, pero para él fuese casi
imposible ir en su búsqueda, ha veces creía que tal sólo fuese un mito, y de
allí alimentaba sus esperanzas, aun sabiendo que una era parte de la
posibilidad de existencia, pero no de la dependencia.
Y así aún
sobreviven en la cuenca del Amazonas, tanto el delfín, como la anaconda
desconociéndose, como ignorándose, y uno ignora y descree al otro y así viceversa.